En plena Hoya de Antequera, entre campos de cultivo y horizontes serenos, se encuentra Fuente de Piedra, un municipio agrícola cuya identidad gira en torno a su joya más preciada: la Laguna de Fuente de Piedra. Este paraje natural, de gran valor ecológico, es refugio de miles de flamencos y otras aves migratorias, regalando cada año un espectáculo natural de llegada, cortejo, anidamiento y vuelo. Un lugar donde la naturaleza marca el ritmo del calendario.
Pero Fuente de Piedra no es solo paisaje. También es historia, fe y costumbres. Aquí descansa, según la tradición, el cuerpo de San Clemente, papa de Roma, cuyas reliquias permanecen bajo la fuente de la iglesia. Un legado espiritual poco conocido, pero lleno de devoción.
La presencia humana en estas tierras se remonta al Solutrense, cuando ya la cercanía de la laguna atraía a los primeros pobladores. Con los íberos, se consolidó un asentamiento que mantuvo contacto con fenicios y cartagineses. Más tarde, durante el dominio romano, el lugar adoptó el nombre de Fons Divinus (Fuente Divina), por las propiedades medicinales de su manantial, cuyas aguas llegaron incluso a exportarse al Nuevo Mundo y Nápoles.
Tras la conquista cristiana en 1461 y un breve abandono, Antequera fundó un arrabal en 1547 para alojar a enfermos renales que buscaban alivio en las aguas de la fuente. Así fue tomando forma el actual municipio, aunque el siglo XVIII trajo consigo tiempos difíciles: la sequía de la laguna trajo epidemias y mala fama. En 1959, la fuente fue enterrada, aunque desde los años 80 ha sido recuperada como símbolo del pueblo.
En el siglo XIX, llegaron las reliquias de San Clemente, donadas por el papa Pío VI al Marquesado local. Aunque no se trataba del cuerpo entero, la figura de cera recubriéndolas fue interpretada como tal. Hoy reposan enterradas bajo la fuente de la iglesia, donde muchos fieles siguen encendiendo velas.
La Laguna de Fuente de Piedra es uno de los espacios naturales más valiosos de Andalucía. Se trata de la colonia más numerosa de flamencos comunes de la Península Ibérica, y la segunda de Europa.
📸 ¿Cuándo visitarla?
La mejor época es la primavera, especialmente durante las primeras horas de la mañana, cuando el silencio y la luz hacen del avistamiento una experiencia inolvidable.
La cocina local se basa en productos sencillos y sabrosos, con protagonismo del aceite de oliva, los cereales y el pan. En verano, mandan los platos frescos; en invierno, las migas reconfortan.
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